6Con los hombres
hechos, sin embargo, exponemos un saber, pero no un saber del mundo este ni de los
jefes pasajeros de la historia presente; 7no, exponemos un saber divino y
secreto, el saber escondido; 8ese que, conforme al decreto de Dios antes de los
siglos, había de ser nuestra gloria, ese que ninguno de los jefes de la
historia presente ha llegado a conocer, pues, si lo hubieran descubierto, no
habrían crucificado al glorioso Señor.
9Pero, en cambio, aquello que dice la
Escritura: "Lo que ojo nunca vio ni oreja oyó ni hombre alguno ha
imaginado, lo que Dios ha preparado para los que lo aman" (Is 64,4), nos
lo ha revelado Dios a nosotros por medio del Espíritu.
10Porque el Espíritu lo sondea todo,
incluso lo profundo de Dios. 11A ver, ¿quién conoce a fondo la manera de ser
del hombre si no es el espíritu del hombre que está dentro de él? Pues lo
mismo: la manera de ser de Dios nadie la conoce si no es el Espíritu de Dios.
12Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que
viene de Dios: así conocemos a fondo los dones que Dios nos ha hecho.
13Eso precisamente exponemos, no con el
lenguaje que enseña el saber humano, sino con el que enseña el Espíritu,
explicando temas espirituales a hombres de espíritu.
14El hombre de tejas abajo no acepta la
manera de ser del Espíritu de Dios, le parece una locura; y no puede captarla
porque hay que enjuiciarla con el criterio del Espíritu. 15En cambio, el hombre
de espíritu puede enjuiciarlo todo, mientras a él nadie puede enjuiciarlo;
16pues, ¿quién conoce el modo de pensar el Señor, para poder darle lecciones?
(Is 40,13). Y nuestro modo de pensar es el de Cristo.
EXPLICACIÓN.
6-16. También el
cristiano tiene un saber particular, aunque distinto del saber filosófico
(saber del mundo este) y de los principios del poder (saber de los jefes,
etc.). Pablo distingue dos clases de cristianos: los hombres hechos o
cristianos adultos, y los que después llamará los cristianos en la infancia
(cf. 3,1) (6). El saber propio del cristiano procede de Dios (7: divino) y no
ha sido revelado a los poderosos; el ejercicio del poder impide conocer a Dios
(8).
Para
describir la sublimidad de este saber se apoya en el texto de Is 64,4; es saber
divino porque lo comunica el Espíritu, y consiste en una experiencia personal
de la buena noticia, en cuanto ésta pasa a ser vida y salvación. Es la
experiencia de la paz con Dios y con los hombres y la del amor de Dios (cf. Rom
5,1-5). Saber y no saber significan conocer la buena noticia como experiencia
personal o como mera doctrina aprendida (9).
Era
principio admitido que un ser consciente sólo puede ser conocido por una de su
misma especie. De ahí que sólo el hombre sepa lo que es el hombre y sólo el
Espíritu de Dios conozca quién es Dios (10-11). El cristiano, al recibir ese
Espíritu, puede conocer a Dios. Ninguna sabiduría humana podría haberlo
capacitado para ello (12). Contenido y modo de la exposición de Pablo (13).
El saber que da el Espíritu, basado en la
cruz de Jesús, resulta, como ésta, una locura para los que no tienen más
horizonte que la vida de este mundo (el hombre de tejas abajo, en griego,
psykhikos); solamente es comprensible desde el punto de vista del Espíritu
(14). El hombre de Espíritu está situado en el verdadero punto de vista para
enjuiciar la realidad, el amor de Jesús manifestado en la cruz, que otros no
entienden (15); se apoya el argumento con la cita de Is 40,13. Modo de pensar
de Pablo (16).
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