miércoles, 29 de febrero de 2012

1 CARTA A LOS CORINTIOS. INTRODUCCIÓN. ORIGEN DE LA CARTA.

 Corinto, una de las grandes ciudades del mundo antiguo, estaba situada en el istmo entre Acaya y el Peloponeso. Poseía dos puertos, Cencreas al este (Rom 16,1; Hch 18,18) y Lequeo al oeste. Había sido destruida por los romanos en el año 146 a.C., y fundada de nuevo por César un siglo después. La nueva población se componía, sobre todo, de colonos italianos, veteranos del ejército de César. Los griegos volvieron poco a poco y hubo también gran afluencia de orientales, entre ellos una importante colonia judía, atraída por el comercio, de modo que, en la época de Pablo, la ciudad había recobrado su antiguo esplendor. Su posición privilegiada entre los dos mares, el encontrarse como  Éfeso en la ruta comercial de Oriente a Occidente, y ser políticamente la capital de la provincia romana de Acaya, con residencia del procónsul romano (Hch 18,12) contribuyó a hacer la la ciudad más brillante del Imperio, propicia a los negocios y a la vida alegre. Como ciudad comercial, estaba dominada por el afán de dinero (5,10-11; 6,10), que provocaba litigios ante los tribunales (5,1-11). El culto de Afrodita Pandemos, con la prostitución sagrada en el templo (helenización del culto de Astarté), creaba un ambiente de inmoralidad (6,12-20; 7,1-7), notorio en todo el Imperio. El pasaje de Rom 1,18-32, escrito desde Corinto, da una idea de la impresión que la ciudad hizo sobre el apóstol.

        Fue Pablo el primer misionero cristiano que predicó el evangelio y fundó una comunidad en Corinto (3,6-10; 4,15; 2 Cor 10,14). Llegó allí desde Atenas (Hch 18,1) deprimido por su fracaso (2,3) el año 40 o 50; se asoció a un matrimonio judío, Aquila y Priscila (o Prisca, cf. Rom 16,2), que ejercían su mismo oficio, tejedores de lona (Hch 18,2-4). Iba los sábados a predicar a la sinagoga, tratando de ganar a judíos y griegos prosélitos (Hch 18,4). Su plena actividad en Corinto empezó, sin embargo, cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia (2 Cor 1,19; Hch 18,5) llevándole probablemente una ayuda económica (2 Cor 11,7-11) y Pablo no se vio ya obligado a emplear su tiempo en el trabajo manual (Hch 18,5). Los judíos respondieron muy mal a la predicación de Pablo, hasta el punto que tuvo que romper con ellos y dedicarse a los paganos (Hch 18,5-6). Continuó entonces su actividad en casa de un prosélito, Ticio Justo. Hubo muchas conversaciones en Corinto, entre ellas algunas de judíos notables, como Crispo (Hch 18,8; 1 Cor 1,14), bautizado por Pablo en persona (1,14), y Sóstenes, que escribe con Pablo esta carta (1,1), ambos jefes de sinagoga (Hch 18,8.17).

        Pablo se detuvo año y medio en Corinto (Hch 18,11). De allí, acompañado de Áquila y Priscila, fue a Éfeso, donde los dejó para marchar a Jerusalén y Antioquía (Hch 18,18-22). Fue después a Galacia y Frigia y para el otoño estaba de nuevo en Éfeso (Hch 18,23; 19,1) donde permaneció dos años y medio (Hch 19,10; 20,31).

        Entre tanto muchas cosas habían sucedido en Corinto. Apolo, judío alejandrino, muy versado en la Escritura (Hch 18,24-27), había estado en Corinto (Hch 19,1) y había predicado con gran éxito, siguiendo la línea de Pablo, pero con mucha elocuencia. Quizá Pedro mismo había pasado por Corinto (9,4), pero, en cualquier caso, habían visitado la ciudad predicadores judaizantes, que probablemente se escuchaban detrás del nombre de Pedro. El resultado fue que la comunidad se dividió en bandos, convirtiendo a los predicadores en jefes de facción, evidentemente contra la voluntad al menos de Pablo y Apolo, que, tras su breve visita a Corinto, se encuentra en Éfeso junto a Pablo (16,12).

       Excepto en invierno, las comunicaciones entre Éfeso y Corinto eran fáciles; con tiempo favorable el viaje en barco podía durar una semana o menos. No es, pues extraño que Pablo tuviera noticias de Corinto (11,18; 15,12) por Apolo, por gente de la casa de Cloe (1,11), probablemente esclavos cristianos de una dama efesina, y por una carta que le mandan los corintios, en que le proponen varias cuestiones (7,1); también los portadores de la carta, quizá Esteban, Fortunato y Acaico (16,17) le habrán puesto al corriente de la situación.

        1 Cor no es la primera carta que Pablo escribió a Corinto; antes hubo otra en que daba directrices sobre el trato con los cristianos de conducta notoriamente inmoral (5,9). Esta carta se ha perdido, aunque algunos creen reconocer un fragmento en el pasaje de 2 Cor 6,14-7,1.
        Pablo escribe 1 Cor desde Éfeso, durante su estancia en aquella ciudad (54-57), en la primavera (16,8) probablemente del año 56.         

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