La comunidad de
Corinto estaba formada en su mayor parte por gente de baja categoría social
(1,26-28) que, además, por la abigarrada población de la ciudad, debía de ser
de muy diverso origen y la mayoría antiguos paganos (8,7; 12,1-2).
La situación de aquella iglesia era
difícil, no sólo por la diversidad d ela gente que la componía, sino por sus
antecedentes paganos y por el influjo enorme de aquella cultura y mentalidad.
De hecho estaban engreídos con el saber (1,17.20-25; 2,6; 3,18) y la elocuencia
y se sentían tentados por la inmoralidad ambiente (6,15; 7,2). El influjo de
los misterios paganos les hacía dar exagerada importancia al vínculo contraído
con el que los iniciaba en el cristianismo por el bautismo (1,12-13.17; 4,15).
Las ideas de la filosofía griega también se infiltraban y les hacían dudar de
la resurrección o negarla (15,12).
Para contrarrestar el influjo del medio
ambiente, el Espíritu, se manifestaba
entre ellos de modo excepcional, derramando carismas extraordinarios (1,5),
especialmente el discurso inspirado (profecía) y el hablar en lenguas desconocidas
(glosolalia). Sin embargo, la falta de madurez cristiana (3,1-3) se
manifestaba, sobre todo, en el culto de la personalidad, en la adhesión
fanática a un líder, desprestigiando a otros (1,12; 3,4; 4,6). Existía también
un partido que de algún modo pretendía tener el monopolio de Cristo (1,12; 2
Cor 10,7). Algunos discutían que Pablo fuera un verdadero apóstol (9,1).
Mientras en unos se veía una tendencia ascética (7,1-2), otros no daban
importancia a la inmoralidad (6,12-18; 10,8).
En aquella confusión de ideas y de
sentimientos (1,10-12) salía perjudicado el amor fraterno: las divisiones
llegaban a la discordia (1,11), muchos estaban engreídos por su mayor saber e
importancia (8,2; 4,7.18-20) y despreciaban a los de menos categoría
(12,22-23); se usaba de la propia libertad sin consideración a los demás (8,12;
10,24). En la misma celebración de la eucaristía se subrayaba la diferencia de
clases, humillando a los más pobres (11,21-22); los carismas se ejercitaban con
espíritu exhibicionista (14,6-20) y no para provecho de la comunidad.
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